Quietud y aceleración

Maximiliano López
10 min readApr 22, 2020

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Todo lo sólido se desvanece en el aire; todo lo sagrado es profano, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas” (Karl Marx)

En el comienzo de una nueva década, el capitalismo es sacudido una vez más. El camino descendente hacia una nueva crisis se completó de forma abrupta. El sismo causado por la banca en 2008/2009, cuyos ecos aún perduran hasta hoy, a la luz de la información proporcionada por los datos surgidos de estimaciones futuras y hechos consumados parecerá algo menor en comparación con lo que está gestándose en estos momentos: caídas del PBI entre el -9% y el -10% en las principales potencias occidentales, consolidación de la recesión en el mundo en vías de desarrollo, destrucción masiva de empleos y reducción drástica de salarios.

Lo que detonó el escenario precedente, que ya era de extrema fragilidad, no fue el surgimiento de ninguna alternativa consolidada al capitalismo. Las resistencias, presentes a una escala ascendente, pero en un estado que oscila entre la fragmentación y la neutralización, no están en condiciones de ofrecer un horizonte unificado que contraste con el realismo capitalista.

El revulsivo, la disrupción, provino de otro orden dentro de la naturaleza. La dinámica del sistema productivo y de consumo capitalista pudo haber generado las condiciones para su aparición en nuestras vidas cotidianas. Sin embargo, como otras veces ha sucedido en la historia humana, la reacción de los distintos reinos naturales, como resultado del juego dialéctico, parece socavar una vez más los cimientos de los poderes establecidos en el reino de lo humano.

Las consecuencias de la exacerbación del riesgo capitalista.

El coronavirus se transformó en el agente del cambio más radical de los últimos cincuenta años. Y está provocando la crisis económica capitalista más honda desde la depresión de los años treinta. Los pilares que sostienen al sistema productivo y al consumo, representados en el sector financiero, los mercados autorregulados, la privatización de sectores clave de los estados, la precarización del mundo del trabajo y los bancos como generadores de deuda en las clases medias y bajas, se ven amenazados por este “cisne negro”.

Mientras, el estado y sus instrumentos, ante la inacción y el discurso por parte de sectores económicos, políticos y mediáticos afines al neoliberalismo, a favor de mantener la actividad económica en su máximo pese al avance de un virus causa millones de infectados y cientos de miles de muertos en todo el mundo, y también satura los sistemas de salud precarizados durante las últimas décadas como producto de los recetarios de austeridad preconizados por la dictadura del capital, vuelven a tomar protagonismo como las únicas garantías para salvaguardar la salud y la economía de las poblaciones.

Así como la circulación del gran capital se redujo, la circulación de humanos se detuvo casi por completo. Estamos en nuestras casas, esperando a que la peor parte de esta apropiación del espacio público por parte del virus pase y ya no signifique una amenaza a la salud pública. Asistimos quietos a la construcción acelerada de un mundo distópico. Una especie de apocalipsis biológico generado por la acción/reacción entre un sistema económico sobrecalentado y estancado, que da vueltas en sí mismo, sobre un castillo de billetes, monedas digitales, bonos y títulos de deuda, y una naturaleza subsumida a la actividad humana desde hace miles de años, corrompida y trastocada.

De la presencia ubicua del capitalismo, repleto de riesgos por doquier dada su exacerbada actividad sobre el planeta y la vida, no podía generarse otra cosa que una reacción ubicua. Un virus sumamente complejo que está por todos lados. Con una presencia que en la mayoría de los casos es imperceptible. Y que dada esa característica, sumada al desinterés y la subestimación de algunos liderazgos políticos y de la alta burguesía capitalista global en torno a la amenaza, penetró con facilidad en el corazón territorial del sistema.

Presente ballardiano.

Los gobiernos, sorprendidos por este nuevo escenario, actúan sobre el presente. Con proyecciones que estiman, en el mas optimista de los casos, que las medidas de prevención se estiren hasta 2021/2022. Se ven desbordados. Algunos actuaron antes que otros y parecen capear mejor el temporal, otros se han dado cuenta en el curso catastrófico de los acontecimientos de la necesidad de reactivar el poder estatal y todos sus instrumentos a disposición para prevenir a la población, pero un grupo de lideres aún parecen privilegiar la continuidad de los negocios en detrimento de la salud de las poblaciones que gobiernan. Al neoliberalismo y sus derivas colindantes con el neofascismo parece no importarles la reducción de la población mundial. Al contrario, va con sus intereses.

La medida troncal dispuesta por los estados que priorizan la salud de la población es la permanencia a resguardo en nuestras moradas. Desde la quietud consumimos la información (verdadera y falsa) proveída por los medios y las redes sociales. Y con ello armamos nuestras visiones y pareceres. Proliferan explicaciones racionales e irracionales. Un mercado de hipotesis y conspiraciones: Dialéctica capitalismo/naturaleza, conspiración china, conspiración estadounidense, conspiración aceleracionista, conspiración extraterrestre, la suma de un par de ellas o de todas juntas, etc.

Somos espectadores de la espectacularización de la crisis. Porque todo es espectacularizable por el capitalismo avanzado. Como si fuera un mundial de futbol o unas olimpiadas, se comparan los muertos de un país con los de otro, estrategias frente al rival, y se cubren las últimas novedades de cada equipo en esta “guerra” no convencional y posmoderna librada por los estados nacionales y organizaciones internacionales de la salud contra un “enemigo” de otro mundo, que no podemos ver sin la ayuda de un microscopio.

También asistimos a las piruetas del capitalismo por adaptarse a esta nueva situación por medio de las publicidades que nos obligan a consumir por no poder acceder a servicios premium. La publicidad ya no solo como persuasión sino también como extorsión, pero también como forma de poder analizar un poco hacia donde va el sistema económico.

En la parálisis resignada, la única herramienta de combate en esta “guerra”, se levanta un nuevo mundo por obra de las acciones que los estados y el capital llevan a cabo. Uno para salvaguardar la salud humana y los negocios de la burguesía, y otro para mantener esos mismos negocios y, en un segundo, lejano lugar, anulado por un presente en el que las ganancias decaen, seguir contando con mano de obra dispuesta a ser explotada al estar en una situación económica crecientemente desesperada, aun a costa de que se enfermen de covid. Los primeros disponen de mecanismos de control y vigilancia que pueden llegar a justificarse dado el estado de excepción forzado por la contingencia, aunque en el proceso, las clases bajas, obligadas a vivir el día a día entre diversas changas para no pasar hambre, se llevan a peor parte de este control recayendo en ellas la represión policial. El segundo extorsiona a lxs trabajadorxs, lxs excluidxs y la clase media precarizada con destruir puestos de trabajo, reducir salarios y automatizar procesos productivos.

Los caminos del capital y el estado.

¿Qué mundo surgirá de esta situación? Mucho se ha hablado ya sobre lo que puede llegar a venir. Existe un consenso en torno a que el autoritarismo, ya en alza durante los últimos años previos a este momentum, va a consolidarse. También que el capitalismo, aún en una crisis que se profundiza, no corre peligro de extinguirse, al menos en el corto plazo. No seguirá siendo el mismo capitalismo de hoy. Otra vez saldrá por arriba del laberinto de sus contradicciones porque the game is rigged.

Tampoco es que la reconfiguración del capital se gestará de un día para el otro. Será un proceso de años y de décadas. A medida que sea evidente el hecho de que las ideas centrales del neoliberalismo no tengan asidero en la nueva realidad que pueda emerger. Las manifestaciones de agotamiento de este paradigma, que ya eran evidentes antes del covid-19, están siendo tomadas por los lideres políticos del mundo capitalista como un llamado de atención para transformar al estado y recuperar áreas clave que le fueron cedidas parcial o totalmente al mercado. A los capitalistas.

La dinámica económica, en un mundo de fronteras y restricciones, ya no estará más basada en el libre mercado. El proteccionismo escalará las suficientes posiciones como para desplazarlo del lugar esencial que ocupa en el sistema. Estados centrales, semiperiféricos y periféricos dispondrán de mas libertades para intervenir en la economía y privilegiar mercados internos. La regulación ya no será un instrumento que solo pueden usar los primeros para extorsionar a los estados mas débiles. Sin embargo, es posible un acentuamiento de la violencia en la lucha por los recursos no renovables.

¿Habrá mas capitalismo? Sí ¿Habrá mas autoritarismo? Sí. Pero también está la posibilidad de que, al haber mas estado, puedan constituirse mayores mecanismos de bienestar económico y social que apuntalen al espacio democrático.

El horizonte: capitalismo en crisis y autoritarismo versus democracia redistributiva y lucha de clases.

Los efectos de la irrupción del virus en el reino de lo humano perdurarán durante algún tiempo, quizás por muchos años. La crisis económica será prolongada. Las economías no generarán nuevos empleos para cubrir la destrucción masiva de puestos laborales provocados por la situación y la mezquindad de los capitalistas. Las tasas de desempleo serán altas en, al menos, todo occidente. El capital redoblará su inversión en la automatización y robotización del trabajo.

Los mecanismos de vigilancia, ofrecidos por el capital al estado, también ocuparan un espacio creciente en la vida cotidiana. Estos estarán tanto bajo la órbita del sector público como de la economía privada. Qué hacemos, con quién nos relacionamos, a quien le debemos plata, etc. Datos que pueden unificarse y formar un cuadro integral para, a partir de esta información, establecer nuestro estatus económico y social y decidir si tenemos potencial o condiciones para aspirar o no a una mejor vida. El peligro de una profundización del componente estamentizador de las sociedades es algo de lo cual no estamos muy lejos. Ya sea en nombre de la preservación de la salud como en el nombre de la racionalidad económica. Y aun a costa de la limitación de los procesos democráticos.

West meets East. La simbiosis entre el capitalismo democrático y el capitalismo autoritario está en marcha, y el momento presente apunta a darle más velocidad para así contener a una población crecientemente convulsionada por el descontento respecto a una economía que cada vez concentra más poder en muy pocas manos.

Es de esperarse una ofensiva de clase por parte de la alta burguesía a través del capital y del estado. Sin embargo, en el nuevo mundo que toma forma a pasos acelerados existen disputas inter-capitalistas entre distintas fracciones burguesas. Están quienes pugnan por la continuidad de la economía como venia funcionando, a golpe de privatizaciones, concentración de la riqueza, mercantilización total de la vida, y toma compulsiva de deuda. También quienes pugnan por un mayor protagonismo de un sector público que vuelva a hacer de áreas claves para el bienestar social una política enteramente pública, una cuestión que solo ataña al estado. Que también tome un rol principal en los asuntos económicos y sociales, en el contexto del potencial desempleo masivo que se viene y de un mundo que cierra sus fronteras y al que no le va a quedar otra opción que colocar a los mercados internos como eje de los principales sistemas de producción y consumo. Imprimir papel moneda, controlar resortes clave de la economía e incentivar nuevos y existentes espacios productivos orientados a robustecer la economía interna.

A las clases bajas y medias, a lxs precarizadxs, lxs sindicalizadxs y lxs desocupadxs, al salir de este apocalipsis en la quietud, de esta transición acelerada de un mundo hacia otro, nos espera un escenario de mayor rudeza dadas las condiciones impuestas por el capital. La naturaleza estructural del desempleo corre el riesgo de consolidarse y expandirse, y tanto los salarios como las condiciones laborales, de precarizarse aún más.

Una nueva oleada de pobres caerá desde la clase media y otra capa pasara de la pobreza circunstancial a la estructural. En la contingencia del coronavirus y ante el atrincheramiento del capital, los gobiernos, para contrarrestar los efectos devastadores de la crisis presente y las dinámicas automatizantes que tome el capital, ensayan, en mayor o menor medida, de acuerdo al tipo de alianzas que lo componen y al instinto de supervivencia de las distintas fracciones capitalistas, la implementación y expansión de políticas asistenciales a estos sectores así como de impuestos dirigidos a los grupos que acaparan la mayor riqueza en un país, siendo esta una decisión política audaz proveniente de la fracción mas “plebeya”/redistribucionista de la burguesía (el partido popular burgués), como se ve en algunos casos donde son gobierno.

En las posibilidades presentes y horizontes futuros de medidas redistributivas direccionadas al subsidio de los sectores bajos y medios toman fuerza dos ideas: la renta social universal de carácter permanente y la reducción de la jornada laboral a seis horas diarias con la finalidad de distribuir de una forma mas justa el trabajo. El complemento de este subsidio universal y del nuevo salario como producto de la redistribución del tiempo laboral representa una punta de lanza y una bandera por la cual lxs trabajadorxs y lxs excluidxs pueden organizar la lucha de clases. Como parte del carácter no lineal ni monolítico de ésta lucha, así como también de su naturaleza dialéctica, pueden construirse cadenas equivalenciales con aquellas fracciones de la burguesía direccionadas por la necesidad de privilegiar a las economías internas y la generación de producción y consumo por medio de la creación de empleos, subsidios y otras formas de redistribuir la riqueza.

La renta universal, el cambio en la jornada horaria con su consecuente impacto progresivo en el mercado laboral y el incentivo a nuevas formas de producción asociadas no tanto a la necesidad de alcanzar un desarrollo por encima de las posibilidades que ponga en peligro los ecosistemas ambientales y sociales, sino que acerque y haga uno al reino de lo humano con los distintos reinos de la naturaleza, son elementos deseables, de índole entre marxista, post-marxista, keynesiana, aceleracionista y decrecionista, en un hipotético nuevo estado de bienestar que se contraponga al avance autoritario del capital por medio de los dispositivos coercitivos del mismo estado. Un mundo del bienestar que apunte a la consolidación de un espacio de movimientos y fuerzas alternativas al orden basado en el dominio del capital sobre la vida humana y la naturaleza. Ahí están en la economía popular, la clase trabajadora y las clases medias precarizadas como esferas de acción y sujetos revolucionarios.

Pero ahora solo nos queda estar entre paredes o con el movimiento limitado de la casa al trabajo esencial y del trabajo esencial a la casa. En esta distopía de la quietud y la aceleración, que se acerca más a una novela de Ballard que a Mad Max, nos vemos forzados a considerar serenamente nuestras condiciones de existencia y nuestras relaciones recíprocas.

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