Sobre las costas del capitalismo autoritario

Maximiliano López
9 min readJun 19, 2019

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La crisis económica de 2008 como acelerador de cambios políticos que venían dándose en forma gradual y menos perceptible.

La crisis económica global desatada en 2008 no fue el revulsivo a partir del cual comenzaron a gestarse los fenómenos políticos y sociales asociados a la actual crisis del capitalismo democrático. Mas bien hizo germinar un descontento que venía siendo solapado por los sucesivos ciclos de un crecimiento económico sustentado en burbujas financieras alimentadas por la toma de deuda que, por su parte, abrieron las puertas a una aceleración en la consolidación de la hegemonía del poder financiero sobre la economía y la política internacional. Esta dinámica puso en jaque a los estados nacionales frente a sus acreedores, siendo posicionados en una situación de suma debilidad frente a las grandes corporaciones transnacionales que controlan las industrias clave desde la alimentación hasta las nuevas tecnologías pasando por la energía. Se dio luz verde así a un aceleramiento en el deterioro del mundo del trabajo en pos de atraer inversiones de estos oligopolios que desarticuló aún mas la organización de los trabajadores, precarizó el mercado laboral y consolidó la exclusión social, la pobreza y el trabajo informal.

La democracia liberal en crisis frente al surgimiento de visiones políticas que la cuestionan.

Los estados se alejan del pueblo democrático y priorizan al “pueblo del mercado”, que no es mas que la fracción de la burguesía conectada con los resortes financieros de la economía global concentrada. El mayor peso de esta fracción, involucrada en los procesos de toma de deuda soberana, ha contribuido al debilitamiento de las democracias capitalistas. Pues los gobiernos que encabezan el control de los estados se vuelcan a gestionar los problemas de este sector por sobre los del conjunto de la sociedad que acude periódicamente a las urnas y también participa por otros medios en la vida democrática.

La democracia liberal, sostenida por los partidos y coaliciones tradicionales de centro-izquierda y centro-derecha, al incorporar en el núcleo de sus agendas el programa del realismo capitalista en su estadio actual, esto es, el atender a los grandes jugadores del sistema económico como modo de gestionar una estabilidad social deteriorada, cae en un cuestionamiento generalizado por las mayorías. Y es desde estas capas descontentas de la población donde surgen alternativas políticas por derecha y por izquierda, encabezadas por fracciones de la elite política que antes ocupaban lugares periféricos en el sistema político. Mientras la nueva izquierda se divide en corrientes democratizantes y otras autoritarias, la nueva derecha enarbola posicionamientos autoritarios y anti-democráticos.

El capitalismo autoritario, cada vez mas visible por debajo de las grietas del capitalismo democrático.

La emergencia de fuerzas disruptivas en el sistema político pone o reposiciona en la agenda demandas nuevas o que antes se encontraban en posiciones desventajosas en relación a la agenda de los grandes jugadores del sistema. Sin embargo, las necesidades son reconfiguradas a conveniencia de cada una de las fuerzas políticas, sean estas novedosas o tradicionales, pues estas últimas no quieren ser corridas del escenario por la marea de nuevos movimientos políticos y sociales, mientras que las novedosas se ven empujadas a articularlas en el marco de una cadena de equivalencias que termina incluyendo a alguna fracción de las élites económicas dominantes.

Los reclamos asociados a la necesidad de formar y elaborar políticas orientadas a la redistribución de la riqueza o de reformar el sistema económico quedan en un conveniente segundo lugar frente al peso de las fracciones concentradas de la economía que viven de la perpetuación del status quo. La crisis de 2008 no ha derivado en otra cosa que en la profundización de la dinámica orientada a la aceleración de la financierización de la economía. Y esto es algo que atañe a todas las economías del mundo. Desde las orientadas al neoliberalismo hasta las proteccionistas. Todas las economías, o la totalidad, están atadas al capital financiero.

Cómo el capitalismo autoritario comienza a ser una realidad tanto en gobiernos neoliberales como nacionalistas/proteccionistas.

Mucho se ha dicho acerca de los nuevos nacionalismos y fuerzas conservadoras y/o populistas de derecha como portadores principales de este capitalismo autoritario que parece estar reemplazando o simbiotizandose con el capitalismo democrático en un frankenstein sin contornos definidos. Pero las fuerzas neoliberales también abrazan formas crecientemente autoritarias de llevar adelante la agenda del realismo capitalista. Pareciera ser que, con la creciente robotización de la economía y la consolidación de un ejercito de reserva conformado por desocupados o semi-ocupados crónicos, el bienestar de las mayorías cada vez es menos importante para el gran capital. Y los plutócratas parecen estar acercándose, no a pasos agigantados, pero si constantes, al sueño dorado de una plutocracia o una plutonomía en donde el amplio de la población sea algo prescindible. La debilidad democrática es un reflejo de ello.

La dictadura de la tasa de ganancia está orientada a mostrarse y operar en forma mas descarnada. De todas maneras esto no es algo que haya empezado a notarse en esta década, se trata de un proceso que viene de mas atrás, desde fines de los setenta y principios de los ochenta. Una larga crisis del capitalismo democrático que se retrotrae desde el comienzo del declive de los estados de bienestar en el mundo desarrollado y del modelo industrializador inclusivo en el mundo en desarrollo como antesala a la reconfiguración de la economía hacia posiciones posdemocráticas y neoliberales. La diferencia es que, de diez años a la fecha, esta crisis parece haberse acelerado hasta llegar a un momento en el que las bases de la democracia capitalista están abiertamente en disputa o transformación.

Ultraconservadurismo político, social y cultural, ultraliberalismo económico. La continuidad del neoliberalismo económico en el capitalismo autoritario (y su cohabitación con otros modelos económicos)

Lo que no parece estar en juego, al menos para la mayoría de las fuerzas disruptivas y tradicionales que acechan la cúspide del poder político o se encuentran ya en él, es el modelo neoliberal. Más allá de los planteos de cambiar la agenda, la nueva derecha parece estar cómoda con la continuidad del neoliberalismo económico. La causa de los problemas para ella se encuentran en la izquierda, lo que queda en pie de los estados de bienestar, y también en la agenda progresista, centrada en expandir derechos de colectivos como el movimiento LGBTQ, el feminismo, inmigrantes, desocupados crónicos y ecologistas, por solo poner ejemplos. Las minorías raciales también son un blanco predilecto de estas fuerzas ultraconservadoras en lo social y neoliberales en lo económico. El punitivismo, el nacionalismo y el fundamentalismo religioso acechan el control del estado y pueden convertirlo en un actor profundamente anti-democrático y fascista al servicio de la reproducción y la consolidación de la dictadura de la tasa de ganancia.

El cierto también que hubo y hay tanto gobiernos como fuerzas que proponen un programa relativamente democrático y que busca llevar adelante reformas de carácter post-neoliberal. Aunque hasta el momento estas experiencias en el poder han estado atadas, en mayor o menor medida, a los vaivenes de la dinámica económica global y del capitalismo financiero, a los precios de principales productos de exportación como ingresos primordiales de los estados que gobiernan o gobernaban sobre los cuales sostener sus políticas redistributivas y sostenerse a sí mismos. Cuando estos commodities entran en una tendencia a la baja, las arcas destinadas al proteccionismo de industrias nacionales y el redistribucionismo social menguan y estos programas peligran.

Hay que considerar que estos movimientos no se dan solo por una mano invisible del mercado, pues principalmente hay decisiones políticas detrás de movimientos como la baja en el precio del petroleo y otros recursos que resultan determinantes en la formación de tendencias dentro de la economía global que tienen entre sus objetivos el debilitamiento de este tipo de gobiernos. Un soft-power comprendido por una alianza entre poder político liberal-conservador y poder financiero que abre las puertas a gobiernos mas afines a este binomio.

La simbiosis entre política, medios y nuevas tecnologías como motor acelerador del capitalismo autoritario.

La democracia es neutralizada por el vaciamiento del discurso efectuado a través de las nuevas tecnologías, el uso invasivo de datos privados y las técnicas manipuladoras del marketing político que tienen el uso de datos privados como epicentro. La desazón aleja a la población de la participación política democrática, y deja el capo fértil para el fortalecimiento de visiones fascistizantes y totalizantes de la política y la sociedad.

El debate público se privatiza y fragmenta, cautivo en redes sociales privadas. La concentración de medios y tecnologías se acelera por la marquesina de las redes sociales, donde cada público, gobernado por algoritmos, consume medios y noticias del espectro ideológico con el que se identifica en esas redes que consume, serpenteadas por esos mismos algoritmos que direccionan nuestra navegación y nos “sugiere” las noticias, sean reales o falsas, que pueden satisfacer y afirmar nuestra forma de pensar.

Las posibilidades para el debate y la autocrítica se anulan. Se abre la puerta de esta manera a microfascismos, micrototalitarismos y microautoritarismos funcionales a la dirección que está tomando la política acompañada de los medios y la tecnología como trípode de un capitalismo autoritario en ciernes.

Los grandes medios neutralizan el debate público mediante una sobresaturación de noticias reales y falsas. Se banaliza la discusión pública y es secuestrada en la arena privada. Los actores sociales invitados a la discusión cuentan con distintos tratos. Los que defienden a los poderosos son tratados con beneplácito y los que defienden a los vulnerables y excluidos son estigmatizados. En algunos medios contra-hegemónicos este trato se invierte así como los temas que son invisibilizados por las grandes cadenas son visibilizados por estos espacios. De todas maneras, se impone una lógica del negocio y de la ganancia que parece transversal. Para la cual lo mejor es el conflicto permanente, el bombardeo perpetuo de acontecimientos, algunos de estos reales y otros ficcionados. De eventos que están a punto de pasar pero nunca suceden. Del conflicto híbrido que nunca estalla, o estalla en cuotas, y resulta una sucesión de cálculos por parte de una fracción u otra del mosaico del poder económico y político. Y este sobre-estimulo nos aturde, nos obnubila, no nos deja pensar. Nos nubla la mente y el espíritu. Nos deja sin predisposición para la discusión, la crítica y autocrítica y nos entrega a la totalitarización del discurso. Arriba nos quieren divididos, fragmentados, envilecidos, peleados por causas nobles y por causas nefastas, mientras cada vez la juntan con una pala mas grande.

El descrédito del sistema político democrático como puerta de entrada a ideologías extremistas y oscurantistas así como también de lógicas políticas fascistizantes y totalizantes.

Cómo decíamos, mucho tiene que ver el descrédito del sistema político democrático. Y en las redes sociales, así como en la sociedad, expresamos este descontento, pero las redes, a la vez que nos encierran en microfascismos, también nos contienen. Contienen a la sociedad de su propio estallido de furia frente a los políticos, la policía y los empresarios. Una burbuja de confort ideológico en la que gritamos e insultamos sin que nadie nos oiga realmente. Sin embargo, también son la fuente y motor propagador de ideologías extremistas y oscurantistas como las que asocian a las vacunas como medio de propagación de enfermedades o afirman que la tierra es plana luego de siglos de avances en la física y la astronomía. Son tan solo unos ejemplos de las falsedades instaladas en la sociedad que se amplifican con las nuevas tecnologías y pasan de ocupar un lugar marginal a conquistar segmentos sociales nada desdeñables.

Internet ha revolucionado a la sociedad, acercándonos a otras culturas y poblaciones, pero también es un espacio en donde buscan imponerse pensamientos antimodernos y antiliberales que van de la mano del ascenso de las nuevas fuerzas políticas y sociales de derecha, funcionales al aceleramiento del capitalismo por sobre la vida democrática, las conquistas sociales y democráticas, y el bienestar social.

Es posible una construcción democrática postcapitalista

Pese a que el capitalismo, aun en crisis, parece abarcar el horizonte de la mayoría de los programas político, un horizonte de presente perpetuo en el que las promesas del neoliberalismo conservador y progresista fueron bifuminadas luego de la primera década del siglo XXI, tienen lugar movimientos democráticos encabezados por las nuevas generaciones que vivieron y viven en carne propia las consecuencias del realismo capitalista. Representan sectores perjudicados como los excluidos socioeconómicos, trabajadores precarizados, las mujeres, las minorías sexuales, los inmigrantes, los desplazados medioambientales, etc. Una amplia gama de identidades políticas que adoptan programas anti o post capitalistas.

Son movimientos que exceden los parámetros ideológicos y políticos del siglo XX y están dando forma a nuevos marcos y ejes referenciales. Esto no quiere decir que las ideas y experiencias que acontecieron en los siglos y años pasados son desechables, sino que es cuestión de retomarlos en función de interpretar las alternativas actuales al capitalismo autoritario y al capitalismo democrático para prefigurar las posibilidades de un horizonte postcapitalista que se ve abstracto, pero que es posible.

Los avances tecnológicos no son desechables. Los nuevos medios son vitales para la visibilidad de los movimientos sociales del siglo XXI. Las experiencias pasadas son elementales para saber que es digno de ser retomado y reconfigurado y que no lo es. El (post) marxismo es un pensamiento importante y crucial para analizar nuestro presente así como para organizar el futuro y evitar que los triunfos de cada intento democrático de transformación social sean de las clases capitalistas o burocráticas.

Sería bueno que podamos asegurar un control social sobre las nuevas tecnologías y el medio ambiente, dejar de temer a los fantasmas de las derrotas pasadas y dejar fluir las energías y fuerzas sociales para la constitución de un programa postmarxista que sea la columna vertebral del futuro postcapitalista que necesitamos antes que la continuidad irracional de la dictadura del gran capital termine con el mundo como lo conocemos. Quizás ya sea momento de imaginar el fin del capitalismo en vez del fin del mundo.

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